martes, 26 de agosto de 2008

Reunión secreta



Acudimos a la reunión por requerimiento de Carcassonne, que nos incitó y embaucó con la trápala de entrar en un grupo de bravos que necesitaban buenos brazos y mejores espadas, para una noble y necesaria acción secreta y de muy alto valor. Así que, tras el primer cambio de guardia, nos llegamos hasta la calle de Los Tejedores, tras la iglesia de San Atilano, con capas y sombreros cubriéndonos. Dimos con los nudillos en cierta puerta, que se abrió para dejarnos entrar, y en el patio, el tuerto nos quiso ver las caras.

- Quítense vuestras mercedes los ropajes, aquí no es propio – pero el falto de un ojo, no apartó la mano de la daga hasta vernos despojados y las caras a la luz del farol que llevaba.

Escaleras arriba, al entrar en la habitación, entre las tenues caras reflejadas por la luz de varias velas que ardían sobre la mesa, quise reconocer a Felipe Tramullas y algún otro de su cuadrilla. Todos estaban en silencio, sólo el crepitar de la llama llegaba a oírse. Tras nosotros llegaron dos más, para hacer veinte hombres, y quien estaba en la ventana, corpulento, afeitado, tez severa con ojos oscuros como la piedra de Calatorao, tocado con pelo del mismo color de la cumbre de Cotiella en invierno, y rondando la cincuentena, habló recio:

- Veo dos caras nuevas, de las que nos han hablado bien. Ya se verá si son capaces de estar a la altura de los bravos que nos rodean y, de dar lo que Aragón exige – claramente era el jefe del grupo, cuya cara no me terminaba de ser desconocida, pero tampoco la supe reconocer.

- Hace un año – prosiguió firme – nuestro rey Felipe I (II de España), decidió ir contra el pueblo de Ariza que se había rebelado justamente contra los Palafox, castigándolo, sumiéndolos en la ruina al exigirles el pago de enormes cantidades de dinero, y humillándolo al desarmarlo. Se volvió a dar posesión a Don Francisco de Palafox, haciendo uso de leyes castellanas que son contrafuero, e imponiendo a un noble que no es aragonés. Pero Ariza no es pueblo que reble, y José Morata, aquí presente, trae nuevas noticias.

- Amigos, hará dos meses, mi hermano Andrés pidió permiso para armarse, junto a otros valientes, como merecimiento de todo hombre a demostrar su hidalguía y defender su honor de mancillas. Pero este derecho les volvió a ser denegado por miedo a una nueva rebelión contra su señor. Esta negativa provocó pequeños alborotos y algún altercado con los fieles al Palafox, resultando detenido mi hermano como cabecilla de los vasallos revoltosos. – Las palabras de Morata sonaban sinceras, con poso amargo y contenido, como los resignados que se sienten en una verdad que les niegan por la fuerza -. Ahora han decidido cortar cualquier levantamiento de raíz, y aprovechando que el ayudante del secretario de la Junta de Noche, Juan Brozas, pasará por Ariza camino de Zaragoza, a una reunión secreta con el Conde de Sástago, quieren trasladarlo para que sea encarcelado por amotinamiento contra el Rey. Y es por esto por lo que busco gente de armas, resuelta y capaz de liberar a mi hermano.

- No te preocupes, José, los hermanos Morata estaréis pronto juntos. Tienes ante ti a las mejores espadas patriotas del Reino, y quien sabe, si no fuésemos capaces también de limpiar la misma Ariza de esa gente ruin que os gobierna – volvió a hablar nuestro jefe

- Por si el patriotismo no bastase, aquí dejo diez monedas de a cuatro para los que tengan hígados de enfrentarse a Juan Brozas, sus seis escoltas, la Junta, el Conde y el papel sellado. Dejemos en paz a los Palafox, que si no hubo temple entre todo el pueblo para ayudar a mi hermano, tampoco tengo que yo tenerlo para quitarles el yugo. – La bolsa cayó sobre la mesa y sonó el tintineo de las onzas doradas.

- Entonces serán diez los que acometan el rescate. El resto serviréis de coartada a las preguntas que se pudiesen hacer. Iréis Candado y Tomás, Frasco y Nicasio, Sánchez y Esquilador, Tramullas y López, y los dos nuevos. Mañana al amanecer saldréis cada pareja por una puerta y os agrupareis en la Venta del Caballo. A partir de allí, las órdenes las dará Candado.- concluyó el principal, quien levantando la barbilla gritó de pulmones - ¡Que respeten los Fueros! ¿Y si non? -

- ¡¡¡¡ NON !!!! – respondieron a la voz todos juntos, salvo Félix y yo, que nos sorprendimos ante tal alarido.