domingo, 20 de septiembre de 2009

José Antonio Sin Tierra



"Este fin de semana no puedo porque me voy a mi pueblo", es la frase más odiada por mi. Tarde o temprano todo el mundo pronuncia la dichosa sentencia, y si al principio no tuvo importancia, poco a poco me di cuenta que me aislaba, no directa, pero si de alguna extraña forma, porque la gente que tiene pueblo se apoya entre sí, con la irracional idea de que por tener el mismo origen deben ayudarse. Y para colmo, ahora, con esto de las comarcas, aún se ha agrandado más el sentimiento de la zona, y parece que en la globalidad mundial, el pueblo de al lado del tuyo, es como tu salón, y el que dista veinte kilómetros, el dormitorio de invitados.

Tú te pones a hablar de lo más fino, educado, cortés y galante, y tarde o temprano alguien mete que es de tal o cual pueblo, y el resto del grupo gira en preguntas acerca del mismo, de sus habitantes, de si mantienes casa abierta, que si la abuela aún vive y si vas mucho por él. Y es que debe ser un remanso de paz, un refugio bucólico que todo el mundo debiera tener, una vuelta hacia lo primigenio desde lo que resurgir en momentos depresivos o de pérdida de la identidad. Pero, ¿y los que no tenemos pueblo? Pues, pasamos los veranos solos por la ciudad, paseando por sus casi vacías avenidas, mirando los apagados escaparates con el cartel de "cerrado por vacaciones", y en los que deberían poner también "me he ido al pueblo". Después, en septiembre, nos pasamos todo el mes aguantando vuestras chanzas en las fiestas, porque es lo principal que tienen los pueblos, que tienen fiestas, de bailoteo en verbena, carreras de sacos de solterones y algún pollo o cerdo engrasado suelto, por el que todos se matan para agarrar de la pata, porque de otro sitio da asco, la verdad.

Con todo esto, y aprovechando que me destinan a Madrid y allí nadie me conoce, he decidido buscarme un pueblo. Sí, ser de uno. O mejor dicho, tener pueblo, que no es lo mismo que ser de pueblo, que es más peyorativo y está muy mal visto. ¿Y de qué pueblo me hago? Difícil decisión, porque, si me cojo uno pequeñito, por difícil que sea, puedo encontrarme con una persona que realmente sea de allí y que se desmonte mi trama, pero por contra, si elijo una localidad más grande para esconderme entre la multitud, entonces no es un pueblo. Así que he encontrado uno... ¡deshabitado! ... nadie pisará mi coartada.

¡Qué placer! Mi primer día de trabajo, todo presentaciones, apretones de manos, buenas caras, declaraciones de formidables intenciones, parón para tomar un café, de máquina por supuesto, y conversación típica que termina en un “¿eres de la misma ciudad o tienes pueblo?”, a lo que orgulloso respondo mientras arrojo la moneda por la rendija - soy de Lasaosar-.

Lasaosar por aquí, Lasaosar por allá, estas vacaciones las paso en Lasaosar, no puedo ir a esquiar porque el puerto de Lasaosar está cerrado, y el puente no voy a la playa porque tengo comida familiar en Lasaosar. Y me lo creí, de tal forma que llegué a ir a semejante sitio, compuesto por seis casas derruidas, tres tapias en pie, y una iglesia sin techumbre. Ni siquiera pastos, huertos o un rebaño de ovejas que alegrase el yermo paisaje, volviéndome a Madrid con la sensación de quien lo abandonó en la década de la emigración y lo ha visto decaer con el transcurrir de los años.

Ciertamente es útil, porque en según que foros, y cuanto más altos mejor, para soltar una simpleza, pero que se cae de vulgar lógica, añades un "como dicen en mi pueblo", y quedas como el resumen del saber popular condensado en ti pero con gotitas de universidad académica. Y además sirve para todo, hasta para ligar. Os lo voy a demostrar, voy a entrarle a aquella chavala de la barra que mira distraídamente.

- Hola, me llamo José Antonio, ¿te importa me siente contigo?

- No, al contrario, lo agradezco, es que he llegado hoy a Madrid, y aún no conozco a nadie - me comenta con una sincera sonrisa.

- Ah, ¿eres de fuera?, yo tampoco soy de aquí, tenemos algo en común, ¿de dónde eres? - ya os dije que era útil, ya la tengo justo donde quería.

- De Lasaosar - me responde - ¿y tú? -

2 comentarios:

Luis Borrás dijo...

Grande. Muy grande.
Con mensaje. Con metáfora y con sorpresa final.
Los solitarios acaban encontrándose para hacerse compañía.
Aunque de adulto me quedo con una ciudad vacía en agosto.
Un gran día. Un día para recordar siempre.
Y otro abrazo.

edu dijo...

Interesante perspectiva de tan realista percepción.
Costumbre arraigada en este país, no creo que sea para odiarla. Es como, entre féminas, hablar del parto, entre hombres, hablar de la mili.
Y qué sé yo que más.

Muu bien escrito.