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miércoles, 1 de septiembre de 2010

Rie Payaso


Dedicado a Luciano.



El sonar de los nudillos sobre su puerta le despertó de su blanco pensamiento,"¿piensas que eres un hombre?". Esta vez antes de salir a escena, habló con el pianista y le pidió el favor, el foco no iba a ser el blanco de todas las tardes, "¡No eres más que un payaso! Ponte el disfraz y maquíllate la cara”.

Ante el espejo su melancólica vida se transformaba. Nadie podría pensar que aquel excéntrico y ocurrente payaso era Gil, el serio y callado ser que habitaba en la c/ Poncellos 12, y que tomaba ritualmente café con dos churros en el bar del parque Primado Terno. Mientras se maquillaba pensaba en aquel día que con 16 años se pintó de la misma forma, con qué ilusión, nervios e inocencia decidió darle esos contornos y colores a su cara, sin saber que sería para siempre. La cara de todos los payasos es distinta, única y personal.

Se atavió con el traje viejo, debía ponérselo, los colores llamativos hoy no iban con el alma, hoy no habrá chistes. Los zapatos tampoco fueron los de cartón, sino las gastadas zapatillas blancas y roídas. Se miró en el espejo del armario y comprobó su imagen, sin encontrar lo que creía ser.

La alegre música en la que él entraba corriendo y tirando agua con la flor de su solapa, mientras que las señoras del público gritaban agudamente y los niños se levantaban del asiento, fue sustituida por una suave melodía que creí reconocer. La luz circular sobre el escenario pasó por el celofán rojo y ambientó la salida lenta de Gil el Payaso llevando una silla. Se sentó en ella cuando la música se aclaraba, para dejarle cantar con un tremendo chorro de voz operístico desconocido para todos los que llevaban 35 años haciendo bolos con él."La gente paga para reírse, así que si Arlecchino te roba a Columbina, ¡ríete, payaso, y todos aplaudirán!"

La señora de las palomitas de la fila 2, dejó de masticar ruidosamente, y el niño que lloraba en el lateral derecho calló al instante, tan solo la voz del payaso, que se tornaba cada vez mas clara y despechada se oía resonar. "Convierte tu dolor y tu angustia en bromas, pon cara de guasa en lugar de lágrimas y sufrimiento".

Todos miraron absortos por el timbre vocal y el sostenido sonido de rabia triste. Vieron con el corazón encogido como se levantaba, Gil el Payaso, y lanzaba dolor musical herido abriendo los brazos y dejando caer hacia atrás su cabeza para encontrar aun mayor resonancia. Yo me encontraba en la fila 7 y me di cuenta que mis ojos permitían caer lágrimas de pena, pero al desviar la vista para secarlos, vi que mi hija también estaba llorando, y el señor de su lado, con su señora, también el banco trasero, y el grupo de scouts de la derecha, con la treintona escotada que yo no había dejado de mirar desde que entré."¡Ríe, payaso, de tu amor arruinado!¡Ríe del dolor que envenena tu corazón!" .Toda la platea sollozaba y ya no se ocultaban los llantos graves. Gil bajó su cara y el maquillaje se corría por los surcos que marcaban sus lágrimas al caer. Tomó de nuevo la silla con los acordes finales y respirando aire entrecortadamente, se retiró hasta ocultarse. El telón cayó lentamente, dejando todo el aforo en pie, sumido en aplausos con húmedas mangas.