La antesala del Teatro Principal bulle
de personas que comentan el programa de mano recibido a la entrada. La mezcla es tan rara como el guiso de
perfumes: imitaciones de YSL de los familiares de las artistas sumándose al Channel del purista y el recomendado por Chandler Burr de los críticos. Lo normal en un día de estreno si no es una gran ciudad. El ambiente es de gala, el Arte llevado a la escena en la forma de
la obra Coppelia, un clásico del ballet que bien merece vestirse adecuadamente
para demostrar que se está a la altura. Pero no todos lo entienden así, la
pareja que acaba de entrar mascando chicle no creo que deje sus chaquetas en guardarropía, aunque deberían, sólo por evitarles ese olor a humo de
bar a sus vecinos de butaca.
La acomodadora no espera unas monedas
de agradecimiento al mostrarles el asiento, lleva muchas funciones y sabe que
es así, casi se conformaría con no tener que pasar el mal rato de rogarles que
no pongan sus pies sobre el respaldo delantero. Se ríen de las dos señoras
mayores que cogidas del brazo pasan hasta la segunda fila y se proveen de
anteojos. Lydia, la indie, le
pregunta a su novio porqué coño están entre tanto estirao y qué pintan con estos vejestorios magús. Él
responde que son entradas gratuitas, ganadas por sorteo de la FNAC al comprar el CD de
Clovis. Y ponte el MP4 si te
aburres.
Patricia calienta entre bambalinas,
nerviosa en su primer papel de protagonista.
Victor le tranquiliza recordándole
que conoce los pasos y está en una forma envidiable. Es hora de recoger el
trabajo de tantos años de esfuerzo. Te los vas a meter en el bolsillo al
segundo “ronde de jambe”.
Recuerda levantar bien la barbilla y disfruta. Es tu noche.
Las luces se atenúan. El murmullo se
desvanece. El telón se levanta.
Leo Delibes creó la elegancia que Patricia sabe bailar, quizás la orquesta la interpreta algo alta de volumen, que irrita a Lydia y sube el
sonido de sus auriculares, no quiere molestias cuando escucha a Los Planetas. Quizás por eso no oye su móvil al sonar desgarrador en mitad del primer acto, y su vecino de
asiento mirándole incrédulo mueve los labios de manera muy comprensible.
Agotador. Le parece agotador ver a esa pava dando saltitos y vueltas, vestidita
de muñeca que parece un manga japonés si no fuera porque el que va disfrazado
de Geppetto rompe la
escena.
Coppelia disfruta en sus pliés, y de no
ser por un móvil que le ha desconcertado levemente juraría haberse visto en una
pompa dorada. La ovación es unánime… excepto dos jóvenes con el pelo alborotado
y los ojos de dilatadas pupilas que se escabullen mientras el público en pie
aplaude con fuerza.
Lydia se lia un canuto tras haberse
desahogado con su novio que ya se marcha. Seguramente no volverán a verse. La
bailarina toma un café frente a Mario, cuyos ojos presagian una larga noche de pasión… que volverá a
repetirse.
3 comentarios:
Blogueando de forma fortuita encontré la entrada de Coppelia. jeje lo del guardarropía y las monedas a la acomodadora ya no se lleva éééé. Bueno, en literatura vale todo. Abrazos.
Carmen Molinero
Falta un pequeño detalle en el lema del blog: "... y callarse después de haberlo dicho".
Un abrazo
Mariano Ibeas
Y a ver si recomiendas mi blog: http://desdeldesvan.blogia.com
Mariano Ibeas
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